martes, 17 de julio de 2012

Decisiones adecuadas o “Serendipía”. ¿ambas necesarias?



Supongo, que en mayor o menor medida, no soy el único que valora y re-valora muchos escenarios alternativos en el momento de tomar decisiones. Luego, con el tiempo, se demuestra si esas decisiones consiguieron su fin pretendido. 

En ocasiones vemos muertos, huy esto me suena a una película. Bueno realmente lo que, en ocasiones vemos es que nuestra decisión ha sido un fiasco (los muertos en las decisiones). En otras ocasiones vemos “el éxito”, porque tomamos la decisión más adecuada y obtuvimos “la recompensa”. Y, finalmente (no sé si con mayor frecuencia) vemos “el premio” de resolver una circunstancia, que de ningún modo, era nuestro objetivo inicial.
Está claro, nos podemos convertir en una suerte de Cristóbal Colón que quiere encontrar una nueva ruta marítima más eficiente (como yo cuando no sigo las instrucciones del GPS para ir a un restaurante) y resultó que descubrió algo más valioso (en mi caso, Casa Velasco y sus espectaculares torreznos con huevos fritos). En definitiva, una “Serendipía” como un templo. Esto es; descubrir algo importante cuando se busca otra cosa.
En el tema de las decisiones, yo adapto el término “Serendipía” a una acepción más modesta y expresada como: “reconocer que hemos dado con una solución importante aunque no tenga relación con lo pretendido inicialmente”.
Evidentemente, sobre el término (creo que no está aceptado por la Real Academia de la Lengua Española y es una españolización del término inglés “serendipity”) existen mejores e innumerables definiciones (“googlea” un poco y verás).
Hecho el paréntesis cultural; cuando tomamos decisiones, en aras a conseguir algo, nos encontramos como por “casualidad” resolvemos otra situación, quizás, más complicada. Por tanto si asumimos esa “casualidad” tenemos que asumir que en nuestros procesos de toma de decisiones hay que incorporar un escenario en el que podemos resolver otras cuestiones diferentes a las buscadas.
Ahora viene lo bueno. ¿Qué ocurre cuando, no solo no resolvemos la situación deseada sino que tampoco aparece ninguna “casualidad”?. Y más aún, ¿qué ocurre cuando, en último término la aparición de la “casualidad”, nos ha provocado un desastre?
Es evidente que la existencia de la “Serendipía” ha proporcionado innumerables descubrimientos buenos (“googlea” otra vez). En cualquier caso, mi opinión, es que debemos tratar de reducir a la mínima expresión las supuestas bondades “casuales”. Debemos esforzarnos en plantear mejor nuestros escenarios para la toma de decisiones haciendo que los escenarios “casuales” se conviertan en planeados.
Por ello, recomiendo que en los procesos de toma de decisiones se incorporen todas las áreas de las compañías; unos como “actores” principales y otros como secundarios. Quizás en los que no son protagonistas resida la “Serendipía” que debemos incorporar, valorar y analizar como un escenario más en nuestra toma de decisiones.
En definitiva, reconozcamos la “Serendipía”,  hagámonos amigos de ella e invitémosla a nuestros escenarios pero “subamos a los altares” con todas las de la ley. Si aparece la “Serendipía” y no la reconocemos seremos alabados, pero tarde o temprano se evidenciará la “casualidad” y …

También podemos seguir como hasta ahora, pero... he decido ir a un restaurante, voy a preguntar a un lugareño dónde almorzaría él y voy a considerarlo.

miércoles, 11 de julio de 2012

Voy a llamar al Séptimo de Caballería o ¿estaré equivocado?

 


Vale, tenemos un problema. Sí, tienes razón. Seguramente me voy a quedar calvo con este alarde deductivo. En cualquier caso, es lo que hay. No merece mucho tiempo dedicarse a analizar la simpleza de mi conclusión.

A mí me gustan las ideas (soluciones) que pueden ser aplicadas, por tanto vamos a ver cómo formulo la aplicación de mi idea para solucionar el problema. Esto, hoy, es fácil. Basta coger el teléfono y recurrir a Houston. Sí. Hay que comunicar a Houston que “Tenemos un problema”. Ya está, a esperar y listo. Mañana a otra cosa. ¿No te lo crees? Te lo explico. En Houston hay muy buenos profesionales, con unos medios impresionantes, con una experiencia brutal. Hay que reconocer, también, que vamos a tener que aflojar la billetera de manera importante. Pero son buenos, muy buenos. Desde Houston llevan tiempo solucionando problemas a grandes corporaciones y compañías. La nuestra, que es más pequeña pero igual de importante, es un juego de niños para Houston. Lo tenemos ahí, coger el teléfono y listo. Mi incipiente calvicie (derivada de mis enormes deducciones) me permite ser capaz de vislumbrar que nuestra billetera no admite mucho “meneo”. Tranquilo, Houston es comprensivo y seguramente tengan alguna sección con dedicación a casos como el nuestro. Hay que asumir un poco de “staffing” (véase El Efecto Riverside del Dr. Montgomery Lee) pero todo sea por encontrar la solución.
Como eres persona seria y cabal, has ido corriendo a buscar el libro. Has quemado tus pestañas en el “ebook” o en el formato papel de toda la vida (porque eres de los que te gusta lo clásico). En definitiva tus pelos se han puesto como escarpias y, definitivamente, acabas de desechar mi propuesta. No quieres ni Houston ni Houstan, al carajo la idea. Bueno, tú te lo pierdes.
Vista tú postura, voy a ver cómo te planteo alguna otra alternativa. Hoy tengo un algo especial, las ideas surgen sin esfuerzo. Ya está. Vamos a lo seguro, El Séptimo de Caballería. Sí, seguro que ahora esbozas una sonrisa. Esto te gusta. Tú disfrutabas, como yo, cuando el General Custer dirigía el Séptimo de Caballería y era la solución para los colonos del lejano oeste frente a los malvados indios. Estos sí que están curtidos en el cuerpo a cuerpo, no se andan con florituras. Sufren a nuestro lado, se embarran lo que haga falta, y demuestran una estoica fidelidad. Sí, no me he olvidado de la billetera. Tranquilo, son gente cercana. No nos van a pedir nada que no podamos pagar, incluso con facilidades de pago. Definitivamente, van a luchar con nosotros en nuestra particular Batalla de Little Big Horn. Ya puedes dormir tranquilo, nuestro problema tiene solución.
Despierta, no te duermas. Ahora un poco de historia real. Debido a la prisa que Custer tenía por llegar a “solucionar nuestro problema”, extenuó a “nuestro equipo”. A esta insensibilidad por “nuestro equipo” se sumó la imprudencia de no querer llevar consigo a la artillería. Por último, Custer cometió otro error más: dividir a “nuestro equipo” en dos. En lugar de ir de frente al problema, buscó los flancos (lo superficial). Soluciones, en definitiva, copiadas de otras batallas. Bajo estas circunstancias, la marcha del Séptimo de Caballería terminó en un desastre militar. El regimiento perdió la mayor parte de sus efectivos y fin. Nada que ver con la película “Murieron con las botas puestas”. Sí, yo también he tirado mis “indios y vaqueros” a la basura. Ya no quiero jugar con ellos. ¿Estaré equivocado?
Bueno después de farfullar un montón de improperios y cabrearse. Hay que seguir buscando la solución.
Mira, la solución está en nuestro equipo si:
1)      Los directivos son  capaces de trabajar en equipo y no individualmente.
2)      Los directivos tienen capacidades diferentes a las puestas en práctica en el pasado. Tienen que estar formados para el futuro.
3)      Los directivos no se están pegando de tortas en luchas intestinas sucesorias o para salvar su despacho.
4)      Los directivos son capaces de debatir y analizar opciones divergentes frente a conseguir acciones consensuadas y unánimes a toda costa.
             Y si nuestro equipo no es así, por cierto necesitamos un equipo (solos no vamos a ningún lado); hay que buscar a un profesional que nos diga y demuestre que:
Nuestro equipo es un conjunto de directivos individualistas,
sin formación adecuada, egoístas y alienados.
           
Luego pídele que:

1)      Trabaje con nosotros y no para nosotros.
2)      Nos enseñe, a ti y a nuestro equipo, como hace las cosas. Que no que nos de la solución sino que nos diga cómo ha llegado a ella.
3)      No se convierta en una sanguijuela que sistemáticamente se pega a la billetera aduciendo que tenemos muchos problemas.
Ahora, ya tienes la solución a nuestro problema. Solo hace falta que lo creas y lo pongas en práctica.
Por cierto, citando a Carlos Abadía Jordana, soy Consultor (con perdón).


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miércoles, 4 de julio de 2012

De las EMPRESAS y sus PENAS (Procesos Enfermos Nostálgicamente AsumidoS) y… las RISAS (Renovaciones Inteligentes Siempre ActualizadaS) con su guardia pretoriana de TERMÓMETROS.








La identificación de los diferentes procesos utilizados en las compañías, así como su descripción es una gran herramienta clave para el control de la gestión en la empresa. Habitualmente se pueden encontrar enfoques relativos a los procesos como una simple representación gráfica de los flujos de los intervinientes. En estos casos, esa representación, suele nacer de “dibujar” el “SIEMPRE SE HA HECHO ASÍ”. Por desgracia, esto último, es un esbozo de lo que nos encontramos en nuestras empresas con demasiada frecuencia.

Por otro lado no vengo a vender consultoría de procesos, eso hay que hacerlo directamente con el cliente para sopesar su situación particular (aquí, como en tantas otras cuestiones no vale el “café para todos”). Tan solo quiero reflexionar sobre aquello que tenemos en nuestras empresas y que mantenemos como “DOGMA DE FE”.
Dicho esto, y si he persuadido al lector de que no pretendo construir una soflama comercial, lo que quiero evidenciar es una necesidad de las empresas españolas e intentar que nos replanteemos nuestra forma de trabajar.
Estamos demasiado acostumbrados a movernos reactivamente (por los mercados, los proveedores, los clientes, los accionistas, la guapa vecina del 3º, el atractivo chico del 2º,etc.) y somos campeones en improvisar al hilo de los anteriores. Somos capaces de adecuar nuestro peinado y vestimenta en fracciones de segundos ante la aparición repentina del objetivo.  Además, de tanto entrenarnos en la improvisación, hemos desarrollado un gran virtuosismo e incluso nos vanagloriamos de ello. Por eso, quizás porque nos parece fácil e incluso divertido, mantenemos nuestras PENAS en el convencimiento de que nuestras carencias (eso si sabemos que tenemos carencias) son fácilmente eludibles con nuestra intuición ante lo imprevisto.
Está claro que, en este momento, se hace más evidente comenzar a trabajar por lo que realmente son las bases y no por la nostalgia asumida que requiere de improvisación. Un proceso es tal cuando ha sido originado desde el análisis de las variables del negocio de una compañía, cuando ha sido diseñado teniendo en cuenta los recursos de la empresa y cuando su aplicación directa tiene un efecto sobre los grupos de interés a los que va dirigido. Pero claro, esto forma parte de la teoría.
Voy a tratar de dar una visión más práctica.
El gran dilema surge del ¿por qué? en las empresas queremos mantener nuestras PENAS (parecen ser el “SANTO GRIAL” que nos guía hacia el éxito). ¿Cómo nos convencemos de que tenemos que enterrar las PENAS y crear RISAS?
Si nos ponemos un termómetro, y tenemos fiebre, tenemos la necesidad de curarnos (mejor ir al médico que auto-diagnosticarse, perdón me ha salido la vena comercial). El problema, en la empresa, es que no nos ponemos el “termómetro”. En las empresas siempre existen profesionales que son suficientemente inteligentes para tomar medidas ante las “fiebres” y remediar nuestras PENAS. Me resisto a aceptar que pese a pensamientos relacionados con el “siempre se ha hecho así” y “mejor la malo conocido”; los directivos de las empresas no actuemos. Quizás el problema radica en que no tenemos o no usamos “termómetros”. Quizás no, estoy seguro.
Por eso animo a las empresas a que nos pongamos los “termómetros” y conoceremos las PENAS de nuestros procesos. Entonces, ¿Tendremos que realizar cambios? La respuesta es contundente, SÍ. Tenemos que crear las RISAS.
 Hay que poner en duda lo hecho hasta el momento. De este trabajo obtendremos que unos procesos (con algunos retoques) hay que mantenerlos, otros irán directamente a la basura (las PENAS) y nacerán los nuevos. Con todo ello tendremos nuestras RISAS y su guardia pretoriana de TERMOMÉTROS. Ya solo nos faltará tener unos planes de acción adecuados cuando tengamos “fiebre”, pero eso lo dejaré para otro día. La casa hay que construirla por los cimientos.