jueves, 29 de agosto de 2013

Agujeros vacacionales




¡No me puedo ir, ni de vacaciones! Escuchando esta frase puedo pensar en varios motivos que llevarían a un directivo a pronunciarla. Cualquiera de ellos pueden ser por sí mismos la causa de sorpresa cuando ese directivo se reincorpora a su trabajo después de unas inmerecidas vacaciones. Un buen directivo, esto es, que sabe lo que tiene entre las manos y lo gestiona bien; debería manifestar ¡Estoy pensando en irme, otra vez, de vacaciones!

Yo entiendo tu gesto de extrañeza después de haber leído el párrafo de entrada. Debilidad mental, ese es tu problema, y el de mi interlocutor en una entrevista reciente. Cuando yo me regodeaba de haber vuelto a mis quehaceres profesionales, después de unos días de descanso, confirmando que todo había seguido funcionando a la perfección en mi ausencia; recibí una de esas llamadas “urgentes”. Tenía que acudir a la mayor urgencia a ver a un gerente, a la sazón propietario, que quería verme.
El perfil de la empresa consiste en una pyme familiar que desarrolla su actividad en un sector que está funcionando muy bien. La compañía tiene suficiente tradición como para haberse granjeado un buen puesto en el mercado y entre sus competidores. El gerente, en pocas palabras, alguien a quien hace mucho que se le “paró al reloj”.
Tras su vuelta de vacaciones se encontró con un problema en su almacén que había “explotado” en su ausencia. Después de escuchar una retahíla de reproches e improperios hacia los empleados de su compañía, sentenció: “¡No me puedo ir ni de vacaciones!” Yo, hacía varios minutos, que me había cansado de escuchar tonterías. Mi respuesta se limitó a: “Si quieres que siga escuchándote, mi precio es 180 euros cada hora o fracción equivalente; si quieres que tratemos de solucionar tu problema es bastante más barato”.
Luego te cuento como siguió la entrevista pero cuando un directivo se plantea que el éxito de su gestión pasa inexorablemente por sí mismo, es el comienzo de nuevos problemas. Un dirigente eficaz tiene que ser capaz de hacer que un equipo funcione y, así, disponer de tiempo para enfocar mejor los retos futuros que tendrá que acometer. Tener la posibilidad de trabajar pensado en el mañana y no el en el presente debe ser una obligación ineludible para un directivo. Para ello su equipo tiene que ser capaz de funcionar por encima de él, e incluso sin él. Este problema es similar al del “presentismo” en las empresas y en éstos también encuentro a muchos directivos.
Este problema es mucho más grave de lo que se piensa, pero te sigo contando como me fue en la entrevista.
Los ojillos, pequeños como no recordaba haber visto antes, del gerente se fijaron en mi persona. Debido al tamaño de los ojos, yo no sabía si reflejaban ira, asombro o cualquier otra indicación. Y así, como si yo no hubiera dicho nada, el señor gerente prosiguió contándome lo que se había encontrado a la vuelta de sus vacaciones.
Su almacén había estado sufriendo “mermas” que nadie había comunicado y que, además, habían acabado en manos de clientes sin haber producido ingresos en la empresa. Esto que yo te he resumido en dos líneas fue el resultado de más de una hora de escucha. Menos mal que la historia iba acompañada de la locuacidad del gerente. Tengo que reconocer que contando sus problemas tenía cierta gracia y hacía amena la escucha.
Decidí que no iba a “forzar la máquina” para refrenar la verborrea del gerente y me acomodé en la silla para seguir escuchando. Me describió su organización, los planes que tenía (en su día, ahora están trasnochados), como iba a dejar la empresa a su sucesor (intenciones de nuevo), etc. Todo ello lo acompañaba de “recuerdos” a los ascendientes de algunos de sus empleados que habían obviado el adecuado control del almacén.
Cuando comenzó la letanía relativa a que “él no podía estar en todo”, “para eso delegué responsabilidades”, “no hay profesionales”, etc.; cogí un lápiz y papel y dibujé un círculo diciendo: “El círculo representa lo que tu empresa hace. Que el comienzo del trazo del círculo coincida con el final y éste quede cerrado correctamente depende de ti; pero tú no tienes que realizar el trazo. Cuando tú tienes que hacer el trazo y estar pendiente de su corrección; no sale un círculo. Sale una espiral que nunca tiene fin. Yo no creo que seas capaz de evitar coger continuamente el lápiz. Tampoco creo que seas capaz de entregar a nadie el lápiz. En estas condiciones te aconsejo que, ahora que puedes, desencadenes el mejor mecanismo de venta de tu empresa antes de que sea demasiado tarde. Te puede parecer duro pero…”
Como vi que había tocado mucha fibra “sensible” del gerente le proporcioné una lectura que considero que iba a sosegarle. Le envié un amplio extracto de mi última joya “Arquitectura de un Desafío”. El análisis, sistemático, de la compra de una empresa; donde el vendedor no sabía el valor de lo que vendía y el comprador no sabía el valor de lo que compraba.
En algún momento, tú podrás ser merecedor de la misma joya.