jueves, 7 de marzo de 2013

Aprendices de surfistas en una BIG wave.



En esos días que todo parece al ralentí, de repente, recibo una llamada que viene dispuesta a mejorar el día. Un cliente satisfecho llama para decirme que, finalmente, ha conseguido levantar el concurso de acreedores en un tiempo record. Agradece la colaboración y me anima a seguir juntos creciendo un poco más cada día.




Tranquilo no vengo a contarte lo bien, o no, que lo hago mi trabajo. Eso, por otra parte, solo se lo cuento a mis posibles clientes cara a cara. Tampoco voy a hablarte de lo que supone un concurso de acreedores, ni cómo se plantea, ni nada de eso. Quizás debería pararme a pensar en la dualidad del momento. Mi cliente contento, sus acreedores supongo que no. Si un acreedor (el ordinario, claro) tiene que asumir una pérdida de derechos, en cantidad y plazo, es de esperar que su júbilo no sea similar al de su deudor. Pero, ni me considero adecuado para opinar sobre el particular ni aporto algo útil.

Sobre lo que pretendo reflexionar es sobre el “tsunami” que vendrá a poco que nos empiece a ir algo mejor que ahora. Parece que, de alguna manera, se puede vislumbrar la salida del túnel. No será mañana pero, aunque parezca una perogrullada, está más cerca que ayer. En ese momento desempolvaremos muchos de los planes que teníamos para tiempos mejores y reanimaremos nuestra auto-inversión en la mejora de nuestras empresas. Algo tenemos que haber aprendido de esta triste etapa, supongo, aunque no hay nada que me haga pensar en positivo. Por esto y volviendo a la llamada de mí, ahora, animado cliente no consigo que se me quite la sensación de tener la piel de gallina. Mi cliente ha aprendido que hizo muchas cosas mal, pero cree que ha aprendido cómo no volver a hacer lo que hizo.  Yo, a la vista de la llamada, no lo creo. Después de escuchar cómo se deshacía en elogios a nuestro sistema de trabajo implantado en su empresa (sí, reconozco que yo tenía una sonrisa tontorrona en mi cara), empecé a fruncir el ceño con preocupación. ¿Por qué?; muy sencillo. Empezó a hablarme del Big Data y sus beneficios para su nueva andadura. Hoy no voy a maldecir o alabar a eso que llamamos el Big Data.  Mejor otro día, hoy voy a seguir con un preámbulo sobre el tema.

Como el cliente, en cuestión, me estaba mareando con los beneficios que tendría para su empresa ese “big data” que él me describía; decidí cortar por lo sano. Mi respuesta fue, literalmente, como sigue: ”Mira; si llevaste a la ruina tu empresa por no mirar tu LITTLE DATA ahora no me hagas creer que has descubierto la fórmula de fierabrás y la piedra angular de la gestión empresarial. Si fuiste incapaz de leer los datos que hablaban de tus problemas de ventas, financieros, productivos y tesoreros; ahora no me vengas con que vas a ser el paradigma del análisis. Lo único que conseguirás es una parálisis por el análisis. Si para podar un rosal recurres a utilizar una motosierra, seguramente acabaras en el hospital con alguna falange o un miembro cercenado por tu osadía. Lo que tienes que hacer es aprender a utilizar las tijeras de podar que, aunque te parezca que su funcionamiento es simple, hay mucha gente que se ha cortado con ellas. Cuando tengas un bosque (o conocimientos forestales), entonces será momento de recurrir a artificios más apropiados o potentes. Mientras tanto tu LITTLE DATA contiene mucho más de lo que puedas imaginar y sobre todo más de lo que eres capaz de gestionar en este momento".

Quizás estemos, como en tantas otras ocasiones, ante una situación en la que las empresas se gestionan por modas en lugar de por criterios razonables. No lo sé. Ahora solo espero que por el bien de nuestro tejido empresarial no nos subamos a cualquier ola que nos propongan. Los surfistas empiezan con trabajos en la arena y olas pequeñitas. Tiempo y oportunidad habrá de “cabalgar” otras olas.