En estos días compartía una discusión con dos
empresarios sobre la situación de los emprendedores en la coyuntura actual. Yo
escuchaba atentamente las historias de “la mili empresarial” que vivieron en
sus comienzos allá por postrimerías de los 70 y comienzos de los años 80.
Ya sabes lo que pienso sobre los problemas que
soportaremos (con culpa o sin ella) derivados de los errores que se comenten,
hoy, en relación a los “tutelajes” y “consejos”
que muchos organismos públicos, empresas y gurús ejercen sobre los proyectos de
los emprendedores. Tampoco, soy capaz de establecer un modelo que tenga su
origen en los relatos de los 70 y 80 como orientación al emprendimiento. Por otro
lado, y aunque solo he “degustado” algunas páginas, tengo la seguridad de que
el nuevo libro de Manuel Bermejo Sánchez (Director de Programas para la Alta
Dirección y Empresa Familiar en IE Business School-Executive Education) "Gente
Emprendedora, Gente de Calidad"; conseguirá ser un manual de cabecera.
Si lo “actual” y lo “anterior” no me vale como
modelo para un emprendimiento (salvando a los contados “Manueles” que nos
ilustran), entonces debo de estar en una suerte de desierto mental o
incapacidad manifiesta. En un momento de la tertulia con los empresarios
salieron a relucir ciertas cuitas entre mis interlocutores. Sí. Como no podía
ser de otra manera, las diferencias estaban dominadas por el “y yo más”. O sea,
dos gallos en el mismo corral. En ese momento mi mente se evadió como te cuento
a continuación.
A mi memoria vino una historia que leí sobre
los luthieres clásicos. En concreto sobre los que elaboraban los mejores
instrumentos de cuerda en Cremona (Italia). Los artesanos eran Amati, Guarneri
y Stradivari. Éstos, como mis amigos empresarios, presumían de ser los mejores
en lo suyo. Cuentan que Amati colocó un reclamo publicitario en su taller que
decía: “Aquí se hacen los mejores violines de Italia”. En el mismo barrio, ya
se sabe que los gremios tendían a situar sus negocios agrupados, estaban los
otros competidores. Entonces Guarneri, como contraataque, imitó la acción de
Amati pero con el siguiente texto: “Aquí se hacen los mejores violines del
mundo”. Entonces aparecen las soluciones de los genios. El tercero en
discordia, Stradivari, colocó en su taller el equivalente que decía: “Aquí se
hacen los mejores violines del barrio”.
De todo ello, a mí, se me ocurren las
siguientes reflexiones:
1º El relato queda mejor con Stradivari como
protagonista, porque sus violines (Stradivarius) son considerados, hoy día, los
mejores del mundo. Quizás la historia no ocurrió así (si es que ocurrió) y el
ingenio residiera en Amati o Guarneri pero la Historia tiene esto con los “perdedores”.
Convendría que se mentalizara sobre lo que hará “la Historia” a los
emprendedores que, finalmente, no consigan triunfar. O quizás, cambiar la forma
de actuar de “la Historia”. De todas las maneras algo que habrá que hacer con
lo que seguro ocurrirá en más ocasiones de las deseadas (burbuja emprendedora)
antes de que estalle.
2º Que no se calienten “los de marketing” para aplicar derivadas de
esta historia a sus clientes. Este tipo de “salidas” geniales solo se las he
visto a los de las bebidas de cola y a los de los “utilitarios” de los cuatro
aros.
3º Que los emprendedores sigan tomando nota de
lo que no se debe hacer. Bastante daño tienen, ya, encima por el “copia y pega”
de planes de negocio y similares que les “sugirieron” cuando se germinó su
proyecto empresarial.
Según Joseph Nagyvary, un bioquímico y luthier
contemporáneo, los muebles de madera de la época de Stradivari están atacados
por carcoma excepto los de Cremona.
Nagyvary conoció que los artesanos que trabajaban la madera utilizaban
un insecticida llamado “sal de gemas” que hacía un boticario de la zona. Este
producto actúo cristalizando la madera, y en el caso de los violines, mejoró
sus cualidades acústicas.
4º Los artesanos de Stradivari, serían mejores
que los de sus competidores ya que la materia prima y los tratamientos eran
comunes en el barrio de los artesanos. Por tanto es mejor dejar de dar
palmaditas en la espalda a los emprendedores y cambiar el discurso. El
emprendedor tiene que tener un gran equipo, de “artesanos” internos o de “boticarios”
externos; como yo (tómatelo como un giño humorístico, irónico o simplemente la
constatación de una realidad). Esa será su diferencia, y no solo él, con su
competencia y la mejor palanca para el éxito.
Coincidiendo con la muerte de Stradivari, los
luthiers cambiaron de insecticida y del boticario y su fórmula no se supo más.
5º Cuando un emprendedor no pone en práctica las
mejores experiencias y prácticas profesionales que aprendieron en el pasado es
un mal comienzo. Stradivari existió uno, emprendedores fuimos, somos y seremos
muchos.
6º Parece lógico deducir que Amati y Guarneri
estaban obsesionados con su competidor Stradivari. Incluso después de su
muerte, sus talleres, estaban más pendientes de lo que se hacía en el taller
competidor que en los suyos propios. El negocio propio requiere más atención
que lo que le rodea y conviene no perderlo de vista.
7º En definitiva, el taller del difunto
Stradivari fue objetivo de una moda de la época, o fue una cuestión de recortes
presupuestarios porque el boticario se “subiera al guindo”, o fue que la nueva dirección no se entendía
con el boticario (empresas familiares mal gestionadas por su fundador y
herederos). En cualquier caso, no existió una gestión adecuada y los siguientes
violines ya no eran los Stradivarius “auténticos”.
En este punto volví sobre la conversación de
mis amigos empresarios y les dije: “Ambos sois muy buenos haciendo lo que
hacéis pero no olvidéis que yo soy el mejor boticario”. Me miraron con
extrañeza y siguieron con su discusión. Otro día te diré como acabó el día,
pero revisa tus actitudes antes de que sea tarde.