¡No me puedo ir, ni de
vacaciones! Escuchando esta frase puedo pensar en varios motivos que llevarían
a un directivo a pronunciarla. Cualquiera de ellos pueden ser por sí mismos la
causa de sorpresa cuando ese directivo se reincorpora a su trabajo después de
unas inmerecidas vacaciones. Un buen directivo, esto es, que sabe lo que tiene
entre las manos y lo gestiona bien; debería manifestar ¡Estoy pensando en irme,
otra vez, de vacaciones!
Yo entiendo tu gesto de
extrañeza después de haber leído el párrafo de entrada. Debilidad mental, ese
es tu problema, y el de mi interlocutor en una entrevista reciente. Cuando yo
me regodeaba de haber vuelto a mis quehaceres profesionales, después de unos
días de descanso, confirmando que todo había seguido funcionando a la
perfección en mi ausencia; recibí una de esas llamadas “urgentes”. Tenía que
acudir a la mayor urgencia a ver a un gerente, a la sazón propietario, que
quería verme.
El perfil de la empresa
consiste en una pyme familiar que desarrolla su actividad en un sector que está
funcionando muy bien. La compañía tiene suficiente tradición como para haberse
granjeado un buen puesto en el mercado y entre sus competidores. El gerente, en
pocas palabras, alguien a quien hace mucho que se le “paró al reloj”.
Tras su vuelta de
vacaciones se encontró con un problema en su almacén que había “explotado” en
su ausencia. Después de escuchar una retahíla de reproches e improperios hacia
los empleados de su compañía, sentenció: “¡No me puedo ir ni de vacaciones!”
Yo, hacía varios minutos, que me había cansado de escuchar tonterías. Mi
respuesta se limitó a: “Si quieres que siga escuchándote, mi precio es 180
euros cada hora o fracción equivalente; si quieres que tratemos de solucionar
tu problema es bastante más barato”.
Luego te cuento como
siguió la entrevista pero cuando un directivo se plantea que el éxito de su
gestión pasa inexorablemente por sí mismo, es el comienzo de nuevos problemas. Un
dirigente eficaz tiene que ser capaz de hacer que un equipo funcione y, así,
disponer de tiempo para enfocar mejor los retos futuros que tendrá que
acometer. Tener la posibilidad de trabajar pensado en el mañana y no el en el
presente debe ser una obligación ineludible para un directivo. Para ello su
equipo tiene que ser capaz de funcionar por encima de él, e incluso sin él.
Este problema es similar al del “presentismo” en las empresas y en éstos
también encuentro a muchos directivos.
Este problema es mucho
más grave de lo que se piensa, pero te sigo contando como me fue en la
entrevista.
Los ojillos, pequeños
como no recordaba haber visto antes, del gerente se fijaron en mi persona.
Debido al tamaño de los ojos, yo no sabía si reflejaban ira, asombro o
cualquier otra indicación. Y así, como si yo no hubiera dicho nada, el señor
gerente prosiguió contándome lo que se había encontrado a la vuelta de sus
vacaciones.
Su almacén había estado
sufriendo “mermas” que nadie había comunicado y que, además, habían acabado en
manos de clientes sin haber producido ingresos en la empresa. Esto que yo te he
resumido en dos líneas fue el resultado de más de una hora de escucha. Menos
mal que la historia iba acompañada de la locuacidad del gerente. Tengo que
reconocer que contando sus problemas tenía cierta gracia y hacía amena la
escucha.
Decidí que no iba a
“forzar la máquina” para refrenar la verborrea del gerente y me acomodé en la
silla para seguir escuchando. Me describió su organización, los planes que
tenía (en su día, ahora están trasnochados), como iba a dejar la empresa a su
sucesor (intenciones de nuevo), etc. Todo ello lo acompañaba de “recuerdos” a
los ascendientes de algunos de sus empleados que habían obviado el adecuado
control del almacén.
Cuando comenzó la letanía
relativa a que “él no podía estar en todo”, “para eso delegué
responsabilidades”, “no hay profesionales”, etc.; cogí un lápiz y papel y
dibujé un círculo diciendo: “El círculo representa lo que tu empresa hace. Que
el comienzo del trazo del círculo coincida con el final y éste quede cerrado
correctamente depende de ti; pero tú no tienes que realizar el trazo. Cuando tú
tienes que hacer el trazo y estar pendiente de su corrección; no sale un
círculo. Sale una espiral que nunca tiene fin. Yo no creo que seas capaz de
evitar coger continuamente el lápiz. Tampoco creo que seas capaz de entregar a
nadie el lápiz. En estas condiciones te aconsejo que, ahora que puedes,
desencadenes el mejor mecanismo de venta de tu empresa antes de que sea
demasiado tarde. Te puede parecer duro pero…”
Como vi que había tocado
mucha fibra “sensible” del gerente le proporcioné una lectura que considero que
iba a sosegarle. Le envié un amplio extracto de mi última joya “Arquitectura de
un Desafío”. El análisis, sistemático, de la compra de una empresa; donde el
vendedor no sabía el valor de lo que vendía y el comprador no sabía el valor de
lo que compraba.
En algún momento, tú
podrás ser merecedor de la misma joya.