Comencé
el día sentado en la, amplia, mesa que había dispuesto para la revisión de la
documentación de OSMI.
El
trabajo, en esta fase, tenía dos objetivos. Respecto a la documentación de
OSMI. Discernir aquello que realmente reflejase la imagen fiel del estado de la
sociedad en todas sus áreas. El análisis no era, solo, una evaluación de los
estados financieros; sino que debíamos valorar otros aspectos.
Era
importante determinar los recursos, materiales y humanos, disponibles en OSMI;
su estado, capacidad y valor o coste. Había discernir el estado, capacidad y
valor del fondo de comercio de la sociedad. Era necesario investigar, adivinar
y contrastar la posibilidad de alterar los rendimientos mediante
reorganizaciones y reestructuraciones; y a que coste y consecuencias.
En
definitiva, en esta fase, teníamos que ser capaces de encontrar las
correspondencias entre el contenido de la documentación, con sus datos, y los
círculos.
Me senté en la mesa de manera que tenía en
frente de mí la pizarra. El dibujo de los círculos era lo único que yo veía si
levantaba la vista. Era mi particular mapa y quería tenerlo presente en todo
momento.
Decidí
comenzar por el círculo relativo a la actividad comercial. Tenía la sensación
de que encerraba una complejidad importante. Había pensado que lo mejor era
“someter” a los círculos desde el principio. Había que exigir un buen
funcionamiento desde el principio.
En
este proceso contaba con la colaboración de dos personas más. Casual o no, ellos
decidieron dar la espalda a la pizarra al sentarse. Para mí era mejor. En
cualquier comentario o cuita, yo tenía sus caras, sus gestos, y en el fondo los
círculos.
Dividimos
el trabajo de la siguiente manera. Uno se encargaría de seleccionar aquellos
documentos que informaran sobre algo relativo al área comercial. Esos
documentos serían analizados por los otros dos integrantes. La idea era que dos
personas revisaran la documentación de manera independiente y pudiéramos
alcanzar una mayor seguridad en la identificación al considerar las
identificaciones con coincidencia entre ambos. Teníamos, además, la posibilidad
de contar con sendos puntos de vista para duplicar la probabilidad de
identificar todas las actividades. También, asumíamos que no íbamos a dar en la
diana desde el principio. En las fases posteriores podríamos hacerlo.
Los
primeros documentos que analicé se correspondían con cifras de ventas agrupadas
por tipología de clientes. Se distinguían, con claridad, las pertenecientes a distribuidores,
intermediarios, cliente final y servicios de postventa. Parecía que todo
empezaba bien. El círculo relativo a la segmentación de actividades empezaba a
llenarse. Paralelamente, el círculo referente a las ventas realizadas permitía
establecer la correspondencia entre cada segmento de actividad y su cifra
correspondiente.
Por
momentos nos miramos y mostrábamos nuestra complacencia con una pequeña
sonrisa. Documento que se analizaba, documento que encontraba su ubicación en
los círculos.
Quizás
por la experiencia o la intuición, cada vez que levantaba la vista fijaba mi
mirada en el círculo relativo a las ofertas emitidas. Estaba vacío. También
estaba vacío el referente a la posición en el mercado, pero eso estaba
previsto. Habíamos predicho que nos iba a tocar a nosotros completar ese
círculo por la falta de evidencias en la documentación.
Al
no encontrar nada referente a las ofertas, hasta el momento, hizo que no lo
pudiera quitar de mi mente. Tras un tiempo, me di cuenta que estaba ralentizando
el trabajo de un colaborador. Tardaba mucho en analizar los documentos que
llegaban a mí. Mi mente no estaba concentrada en los documentos, estaba
pensando en que algo iba a complicar el análisis.
Continuando
con el proceso, poco a poco, fui concentrando más y mejor mis esfuerzos. El
problema, en caso de que finalmente apareciera, no afectaba al método. El
problema evidenciaría un vacío en la información facilitada por OSMI.
Al
cabo de dos horas, más, de trabajo teníamos una idea bastante clara de la segmentación
de clientes y tipología de productos que comercializaba OSMI. Además, habíamos
sido capaces de asignar a esta segmentación cifras provenientes de su
documentación. Los otros dos círculos, vacíos.
En
ese momento decidimos hacer un receso para comentar los hallazgos y recabar
opiniones al respecto. Al final se nos plantearon los siguientes interrogantes.
Ante
la extensa segmentación de la actividad comercial encontrada ¿hay posibilidad
de agrupar las partes y reducir la dispersión de valores?
Dado
que existían ventas individuales que contemplaban varios grupos de actividad
simultáneamente, ¿es posible que la segmentación deducida no se corresponda con
la actividad comercial real?
Como
las cifras, absolutas, de ventas de cada segmento eran tan dispares ¿existe un
solo sistema para la determinación de precios de venta?
En
segmentos tan diferentes, en cuanto a la tipología de lo que se vendía y al
valor absoluto de sus ventas ¿la actividad comercial se realiza por áreas o
departamentos totalmente diferenciados?
¿Por
qué no existe ninguna evidencia sobre los procesos de venta de OSMI?
Una
de las razones más importantes por la que ARUA había decidido intentar la
adquisición de OSMI era el dominio de una parte del mercado que tenía esta
última. Por tanto, esta era una característica muy importante en OSMI.
Entonces, ¿por qué no había ninguna referencia en la documentación de OSMI
sobre este aspecto? Parece razonable que algo que uno domina sea reseñado.
Teníamos,
por tanto, unos interrogantes que ponían en duda lo fundamental sobre las
actividades de comercialización de OSMI.
Algunos
opinaban que lo ideal sería cursar sendas visitas a ARUA y a OSMI a fin de
buscar luz para estas respuestas. Evidentemente eso estaría bien. Yo tenía en
mente el deseo de acudir a OSMI un par de veces a lo largo del proyecto. Tenía
la certeza de que una visita sería considerada como normal, sin embargo
albergaba grandes dudas sobre lo perjudicial que pudiera ser para la
negociación una segunda visita. Por esto, estaba más con la idea de acudir a
OSMI (en compañía del presidente de ARUA) en la recta final del proyecto, con
el fin de cotejar aspectos relevantes, que en estos momentos.
En
cambio, era necesario realizar alguna llamada a ARUA para reducir alguno de los
interrogantes anteriores. Se designó a uno de los colaboradores para que
condensara la información de la actividad comercial y fuera repasada con
personal de ARUA.
Concretamos
que al finalizar la semana volveríamos analizar esta parte.
Me
quedé solo en el despacho, seguía sentado en el mismo sitio que en el comienzo
de la mañana. Alternaba mi mirada entre la pizarra y el conjunto de
documentación de OSMI.
Me
levanté y llamé por teléfono al presidente de ARUA. Quería ponerle en
antecedentes sobre lo observado hasta ahora y, sobre todo, describirle el
proceso que íbamos a seguir.
Era
necesario que, para conseguir el fin propuesto, complementáramos la información
de OSMI con la valoración de ARUA respecto a temas concretos como: tipología de
clientes, estructura comercial, productiva y logística del negocio. Entraba
dentro de la lógica que desde ARUA se hubiera hecho un análisis de aquello que
hacía OSMI y, en la medida de sus posibilidades, cómo lo hacía.
El
presidente de ARUA estuvo de acuerdo en todo momento y nos procuró el acceso al
personal de referencia. Estaba, incluso, agradecido y orgulloso de coordinar
estos aspectos.
Junto
con el personal de ARUA, entonces, se podrían determinar los aspectos relativos
a la cuota de mercado y los procesos habituales en la emisión de ofertas.
Antes
de finalizar la jornada, dispusimos que el equipo restante y yo comenzaríamos
el análisis del círculo de la facturación al día siguiente.
De
camino a casa, recordaba cómo había explicado al presidente de ARUA el método
que estábamos empleando. Lo que más me costó fue que considerase, como
diferentes, los aspectos que englobaban las ventas y la facturación. Su visión
era puramente contable y, por tanto, entendía las ventas como el resultado de
la suma de facturas. Que cada uno lo identifique como quiera. Las ventas se
refieren a los contratos de venta formalizados y la facturación a la emitida
por razón de la ejecución, total o parcial, de los contratos. Por tanto las
ventas, así entendidas, no tendrían reflejo en la cuenta de resultados salvo
que hubieran, ya, dado origen a la emisión de facturas por una parte o la
totalidad de este.
Así
encuentra acomodo mi máxima de que “una venta no es tal en tanto en cuanto no
está facturada y cobrada”.
Esa
noche, a pesar de los contratiempos, mientras pensaba en lo acaecido ese día
concluí que estábamos por el buen camino.
El
día siguiente amaneció nublado. Uno de esos frentes típicos de julio que ayudan
a recomponer la humedad en el ambiente y rebajar un poco la sensación térmica.
Ese día, el equipo de aire acondicionado de mi despacho trabajaría a menos
potencia. He de decir que, en este aspecto no soy muy eficiente. Mi temperatura
de trabajo ideal es de diecisiete grados centígrados. Eso implica cierta
incomodidad a muchos de mis colaboradores. Aunque por otro lado me regalan su
indulgencia. En mi época de estudiante un profesor, de ciencias naturales que
pertenecía a una orden religiosa, comentó que era la mejor temperatura para
trabajar porque si parabas te quedabas frío. Él tenía, hace veinticinco años,
cerca de sesenta y cinco años; supongo que eran reminiscencias de su época de
estudiante dónde los medios serían muy precarios y había que acostumbrarse a lo
que hubiera. El caso es que yo me acostumbré a esa temperatura de trabajo.
Entré
en mi despacho y miré, con pose desafiante, a la pizarra y su contenido. Señalé
al círculo referido a la facturación y, cual Julio Cesar, señalé con mi pulgar
hacia abajo.
Me
senté en la mesa de la documentación mientras los miembros del equipo se
incorporaban a sus puestos del día anterior.
Tenía
muy fresca la actividad del día anterior. El primer objetivo era claro, el
relativo a las actividades no ordinarias.
En
la revisión de las ventas habíamos detectado una presencia significativa de
“atípicos”. Se podía deducir que la organización de OSMI tenía claro que, ante
cualquier oportunidad, había que vender. Vender lo que fuera. Pudimos
evidenciar algo así como aquel vendedor de huevos que tenía como uno de sus
clientes al propietario de un huerto. Al cabo del tiempo, el “huevero” acabó
vendiendo lo suyo y distribuía la producción del huerto. En el caso de OSMI se
daban situaciones similares.
Nos
costó bastante tiempo diferenciar el segmento que caracterizaba a cada factura.
Ese tiempo fue bien empleado. Pudimos evidenciar la realidad del origen de las
facturas y constatamos algo que habíamos observado en otras muchas compañías.
No
solo es lícito alcanzar cualquier fuente de ingresos para una compañía, en
estos y otros tiempos, sino que es muy recomendable.
Sin
darnos, casi, cuenta estábamos analizando el círculo siguiente. El hecho de
haber filtrado la facturación relativa a actividades no ordinarias, había
sacado a la luz el resto casi agrupadas.
Este
“hallazgo” se constituía en un elemento clave para la negociación entre ARUA y
OSMI. En función de la capacidad, deseo o potencialidad de esas actividades no
ordinarias; la realidad sobre la capacidad de OSMI de generar fondos con
actividades ordinarias podría verse afectada. Estaba claro, este apartado había
que marcarlo en rojo.
Tuvimos
algunas complicaciones a la hora de discernir entre que facturaciones
asignábamos a una actividad u otra. Parecía que OSMI era bastante anárquica y
mezclaba conceptos en una misma factura de un cliente. Era obvio, que en OSMI
cualquier aspecto relativo a la segmentación y disgregación de actividades era
algo que no se tenía en cuenta; “todos los huevos en el mismo saco”.
En
ese momento, tan temprano por otra parte, podíamos presumir que OSMI tenía un
elevado desconocimiento de su propio negocio.
Por
otro lado, yo no estaba sorprendido. Era, es y … un hecho que se reproduce en
más compañías de las deseables. Parece poco creíble, pero el conocimiento sobre
el origen y aplicación de fondos en las compañías brilla por su ausencia.
Habíamos
conseguido que la asignación de actividades a las facturas fuese casi
automática. Salvo determinados casos, estábamos utilizando criterios de
ponderación para “encajonar” unas y otras.
Los
miembros del equipo me miraban de reojo, de vez en cuando. Estaban esperando
que me decidiera reorganizar la ejecución del trabajo. Nuestra actividad, en
ese momento, era muy mecánica e implicaba pocas dosis de investigación.
Los
miembros del equipo habían “cogido gusto” a la experiencia de la indagación y
el reto. Yo tenía claro cuándo “atacaríamos” al resto.
La
tarde estaba llegando a su fin y hacía varias horas que no miraba a la pizarra.
La última vez que lo hice, decidí no acometer el trabajo con los siguientes
círculos hasta no haber finalizado el actual en su totalidad.
Cuando
tomé la decisión, valoré que sin finalizar el círculo anterior, podrían
plantearse demasiadas alternativas para la determinación de las desviaciones
frente a las previsiones de la facturas en cuanto su cuantía y origen.
Quería
disponer de toda la información sobre, de nuevo, la cuantía y origen de la
facturación emitida para poder discernir con mejor acierto el resto de los
círculos.
Acabó
el día con la sensación del deber cumplido. No albergaba ninguna sensación de
impaciencia propia de los días anteriores. Estaba seguro de que el camino era
correcto y se estaba “andando” a un ritmo adecuado.
Al
salir a la calle, la mañana siguiente, la temperatura reinante se encargó de
recordarme que la época estival estaba en su apogeo. El despacho se iba a
convertir en el mejor “refugio” para pasar el día.
Los
colaboradores empezaron el día con un altísimo ritmo provocado, sin duda, por
el ansia de finalizar esa fase. He de reconocer que fue muy, pero que muy,
aburrida. Pero como los alfareros, para hacer un jarrón hay que mancharse las
manos.
Por
fortuna, al menos en esto, mancharse las manos como tal no es necesario. Sin
embargo sí que hay que “quemarse” las cejas revisando documentación. Muchas
veces me pregunto si seríamos capaces de realizar la misma tarea sin la ayuda
de los ordenadores y “San Excel”. Poder explotar la información que OSMI nos
proporcionó, aplicar filtros, depurar búsquedas, añadir marcadores y recurrir a
“San Solver” para automatizar los cálculos con incontables iteraciones a golpe
de tecla; es algo que nos aportó una rapidez y fiabilidad imprescindibles.
Al
filo de las cinco de la tarde, estábamos dando los últimos repasos al conjunto
de los datos que habíamos conformado con la información de OSMI. De estos
teníamos la opinión que eran coherentes y que mostraban una imagen fiel de cómo
y qué actividades eran objeto de facturaciones por parte de OSMI.
Decidimos
acometer la parte de los círculos restantes al día siguiente.
El
resto de la tarde la dediqué a plantear la sistemática de trabajo para el día
siguiente.
Era
evidente que no contábamos con datos sobre los objetivos de facturación que
OSMI tenía y había que buscar un punto de partida. Seleccioné ese punto a
partir de la rentabilidad. El objetivo, para esto último, sería alcanzar una
rentabilidad proporcional entre lo habitual en el sector y la habitual de OSMI.
La rentabilidad de OSMI había sufrido unos descensos relativos mayores que la
media del sector. Era evidente que estaba de “capa caída” más allá de que
seguía siendo un referente.
Definida
esa rentabilidad objetivo, era cuestión de “desandar el camino” hacia atrás desde
la cuenta de resultados hasta llegar a determinar la facturación objetivo
necesaria para alcanzar esa rentabilidad.
Del
trabajo realizado hasta la fecha, habíamos obtenido relaciones ponderadas entre
las diferentes actividades. Utilizando éstas, disgregaríamos el total de la
facturación objetivo.
El
siguiente círculo, referente a las desviaciones y a efectos de su
determinación, sería resuelto de manera directa. Sería automática la visión
entre lo conseguido y lo esperado para determinar las desviaciones. Otro tema
sería valorar los resultados.
Por
tanto, aún había que recorrer un camino. Al menos, se sabía cada “mojón” que
encontraríamos en cada hito y cómo resolverlo.
De
camino a casa, había un tráfico inusual. La autovía estaba muy cargada y
presagiaba retenciones. Luego supe que un accidente era la causa de ello.
Empleé
más de una hora en llegar a casa, a pesar de ello puse buena cara al mal
tiempo. Aproveché para planificar y pensar en la continuidad del proceso
mirando más allá de lo que se ejecutaría al día siguiente.
Después
de concluir el círculo relativo a la facturación debíamos retomar el relativo a
las ventas. La colaboración que se llevaba en paralelo con el personal de ARUA
aportaría los datos necesarios para ello.
En
ese momento dedicaríamos una jornada a efectuar un repaso conjunto y establecer
las primeras conclusiones. Las primeras propuestas que someteríamos a
escenarios y que, finalmente, conducirían a la decisión que reflejaría lo que
ARUA debía de hacer.
Esas
decisiones son las que incorporaríamos al final para hacer el estudio económico
de la inversión considerando las opciones reales que el apartado anterior nos
proporcionaba.
Con
posterioridad, acometeríamos la resolución de los círculos restantes. En ese
momento replicaríamos el proceso anterior.
Con
todo ello acabado completaríamos la valoración y sus opciones reales. Pero,
claro, para eso faltaban varios días y muchos esfuerzos para resolver la
problemática que, seguro, se presentaría.
A
pesar de ello, tenía un “buen espíritu”. El proceso puesto en práctica estaba
funcionando y se seguía con naturalidad. La carga de trabajo y el esfuerzo no
fue, ni será nunca, un problema.
Eran
las siete y media de la mañana. Me encontraba en el despacho atendiendo otros
asuntos que deberían quedar resueltos y encauzados antes de centrarme en el
proyecto de OSMI y ARUA. Cuando finalicé me dediqué a repasar la planificación
y constatar que, a pesar de las dificultades, estábamos cumpliendo con las
previsiones. Estaba impaciente por escuchar las conclusiones que, ese día, nos
iban a exponer en referencia al trabajo de investigación realizado con el
personal de ARUA.
Era
muy importante contar con la seguridad de que la segmentación que estábamos
perfilando tuviera un soporte real en el negocio.
Llegó
la hora que habíamos establecido para la reunión en la que debíamos concluir
con las respuestas a los interrogantes que teníamos sobre la actividad comercial
de OSMI.
La
primera parte de la reunión estuvo dedicada a conocer el proceso que se había
seguido en ARUA así como el perfil de las personas que allí colaboraron con
nosotros. En seguida nos centramos en el primero de los interrogantes que
teníamos. En los anteriores días habíamos puesto de manifiesto una segmentación
que, desde nuestra experiencia, tenía una excesiva dispersión. Además, la
segmentación, inducía a pensar que la variedad de negocios no podía ser
atendida, comercialmente, de la misma manera. Los perfiles de los clientes eran
muy diferentes y el tipo de solución ofertada era diferente según el caso.
Para
mi tranquilidad, la investigación realizada había reunido conclusiones claras
que nos permitieron resolver las dos primeras cuestiones pendientes.
La
segmentación más adecuada vendría representada por las siguientes actividades:
- Servicios de postventa para el mantenimiento de los productos
vendidos.
- Servicios de reparación a medida.
- Servicios de venta de productos.
- A distribuidores.
- A intermediarios.
- A clientes finales.
- Ventas de piezas a empresas de servicios auxiliares.
Incluimos,
también, una diferenciación de los productos que quedaron conformados en tres
grupos principales atendiendo a la tecnología implícita en ellos.
Con
este esquema había que verificar la trazabilidad de esas actividades con la
realidad de OSMI.
Nos
pusimos manos a la obra y, a los pocos minutos, se empezaron a escuchar
resoplidos y algún que otro exabrupto. OSMI tenía implantada la anarquía en las
ventas. En su afán por la venta, las ofertas reflejaban una mezcla cuya única
segmentación era el cliente a quien iba dirigida. Pero ni siquiera la tipología
del cliente, sino que la necesidad de éste en cada momento era segmentada. Es
decir si OSMI quería analizar cualquier aspecto, en serio, de su actividad
comercial; tenía que ir venta a venta. Era imposible determinar aspectos
comparativos, tendencias, eficiencias ni productividades.
Tuvimos
que “desmembrar” cada venta de acuerdo a la clasificación que antes habíamos
determinado. Eso implicaría una carga de trabajo muy importante, por su
cantidad, a la vez que rutinaria.
Mientras
los colaboradores seguían realizando esa tediosa tarea, mi mente empezó a
vislumbrar algunos problemas que nos surgirían más adelante. Tuve la tentación
de acudir a revisar la información de OSMI para hacerme una idea. Solo la
disciplina que me gusta aplicar al trabajo me lo impidió.
Al
finalizar la mañana tenía claro que, aunque no hubiera recurrido a comprobarlo,
nos esperaban peores fases por la desorganización manifiesta en la organización
de OSMI.
Por
la tarde, habíamos conseguido depurar nuestro proceso de selección y filtrado
de las ventas para asignarlas a la clasificación que habíamos determinado. Era
momento de que parte de los colaboradores se dedicaran a la parte de la
revisión de cómo se llevaba a cabo la actividad comercial en OSMI.
La
actividad no estaba diferenciada entre los componentes del área comercial.
Todos vendían de todo y a todas las tipologías de clientes. A primera vista,
era fácil deducir que se producirían ineficiencias y falta de seguimiento.
Nuestro trabajo era determinar la cuantía de manera objetiva.
Pudimos
evidenciar, para nuestro asombro, las peculiaridades en la determinación de los
precios que se asignaban a las ofertas. Los métodos eran personales y variaban
en función de la persona que llevaba la venta.
Personalmente,
prefiero analizar las políticas de fijación de precios en el contexto de la
analítica de costes. Mi filosofía sobre el “pricing” establece que el precio de
venta lo determina la empresa y el descuento, a realizar en el precio de venta
lo determinan el mercado, las políticas y habilidades comerciales, la calidad
del producto, la imagen y profesionalidad de la empresa.
A
pesar de ello, no pude distraerme de repasar los criterios para la
determinación de precios de venta en OSMI.
Sobre
el mapa, completo, de las distintas actividades comerciales había que
determinar la práctica que OSMI seguía en cada caso:
- Servicios de postventa para el mantenimiento de los productos
vendidos.
- El “método” atendía a las razones históricas.
El precio de venta era el resultante de aplicar el precio en la línea
media de los precios anteriores. Por imposible que parecía era,
literalmente, así.
- Servicios de reparación a medida.
- A partir del precio de coste de los
materiales empleados se incrementaba el valor un 35%. No fue posible
encontrar alguna evidencia que determinara el origen del 35%, ni su
explicación.
- Servicios de venta de productos.
- A distribuidores, intermediarios, clientes
finales; más de lo mismo. El misterioso 35%.
- Ventas de piezas a empresas de servicios auxiliares
- De nuevo, el número mágico.
La
metodología, por simple, podía ser la consecuencia de un sistema complejo y
ejemplar. Reconozco que durante unos segundos pensé en dedicarme a descubrir el
origen del número mágico. En seguida me di cuenta que no tenía que perder el
tiempo.
Cuando,
en la primera, reunión con OSMI conocí al director comercial me di cuenta que
su forma de trabajar tenía que ser peculiar. La posición dominante de OSMI,
deduzco, que fue determinante para alimentar un ego que gestionaba toda labor;
y la comercial también.
Intuía
que investigando, en ello, me toparía con el origen del número pero su génesis
sería la resultante de una suerte de iluminación celestial y no encontraría
ningún método asociado. Este hecho no me producía ninguna inquietud, al
contrario, me complacía.
Habíamos
evidenciado el “proceso” de OSMI para la determinación de precios de venta. Su
falta de idoneidad sería puesta de manifiesto de una manera directa. En el
pasado habíamos trabajado con ARUA para configurar su proceso de determinación
de analítica de costes. La configuración de los costes reales de las
actividades en el sector era más que conocida por nosotros.
Finalicé
el día dando carpetazo a un bloque determinante para entender lo que veríamos a
partir de ese momento. Me recosté en la butaca de mi despacho y mirando al
techo empecé a pensar en lo que estarían haciendo en OSMI en ese momento.
La
imagen que me venía a la mente era la de unos empleados moviéndose en la
anarquía propia de una organización que en algún momento tenía un motivo para
hacer las cosas. Sin embargo en los momentos actuales, sus integrantes, sabían
que los cambios estaban cerca. Unos cambios que, por desconocidos, tenían a
todos pensando en ellos y no en sus ocupaciones reales.
Enseguida,
el solo recuerdo de las actividades ordinarias que yo tenía pendientes, me sacó
de mis pensamientos.
La
tarde se alargó más de lo previsto, había que poner al día otras cuestiones del
negocio.
Durante
mi vuelta a casa, mi cabeza trataba de ordenar el proceso que había que seguir
en los dos círculos que restaban. Dos clásicos, la producción y los costes.